Aventura en tierras rionegrinas: De Bahía Blanca a Viedma

Una noche hot

Luego de una noche calurosa en el Hotel Santa Rosa de Bahía Blanca (la calefacción central estaba tan intensa que parecía pleno verano), desayunamos muy bien y salimos a recorrer los 300 km que nos separaban de Viedma, la capital rionegrina. El trayecto fue excelente, con una ruta en perfectas condiciones. La entrada a la ciudad desde Carmen de Patagones fue todo un espectáculo: cruzar el puente sobre el río Negro, con vistas pintorescas, marcó un gran comienzo para nuestra visita.

Nuestro hotel, el Cristal Viedma, estaba ubicado cerca de la entrada a la ciudad, así que llegamos rápidamente. Para entonces ya eran cerca de las 14 hs, y comenzamos la difícil misión de encontrar un lugar para almorzar en una ciudad que, a esa hora, prácticamente estaba “cerrada”.

La odisea del almuerzo

Mientras recorríamos las calles de Viedma, pasamos por la manzana histórica, donde se encuentran una plaza, la iglesia y, como no podía faltar, el Banco Nación. Dani, siempre ingeniosa, le preguntó a una señora por recomendaciones para comer. Nos sugirió una parrilla sobre la costanera (aunque más recomendable para la noche) y una fonda que, según ella, era excelente. Sin dudarlo, fuimos directo a la fonda… pero para nuestra sorpresa, estaba completamente cerrada.

Con el hambre apretando, decidimos acercarnos a la costanera y averiguar en la oficina de turismo. Allí nos informaron sobre algunas opciones gastronómicas y actividades para un día lunes en Viedma, pero tampoco lograron salvarnos en lo inmediato. Finalmente, terminamos en un tenedor libre chino, que nos supo a gloria, aunque sospecho que fue más por el hambre que por la comida en sí.

Explorando El Cóndor y sus alrededores

Ya con energía renovada, seguimos el consejo de la oficina de turismo y nos dirigimos hacia el Barrio El Cóndor, a unos 30 km de Viedma. La primera parada fue en la zona del Pescadero, donde el río Negro se encuentra con el mar, un lugar popular entre los pescadores locales. Más adelante, bajamos con el auto a una playa permitida y nos acercamos tanto al mar que el GPS marcaba que estábamos prácticamente navegando.

Todo iba bien hasta que llegó el momento de regresar. Al intentar hacer marcha atrás y girar las ruedas, el auto quedó completamente atascado en la arena. Intentamos con maderas y piedras para dar tracción a las ruedas, pero nada funcionaba. En ese momento apareció Luis, un amable vecino del barrio, que intentó ayudarnos sin éxito. Decidimos llamar al 911, y poco después llegaron dos policías en un Siena igual al nuestro, pero sin herramientas ni linga, así que no hubo mejoras significativas.

Cuando ya estábamos al borde de llamar a una grúa (que, según Luis, “nos iba a arrancar la cabeza” con el costo), hicimos un último esfuerzo. Entre Luis, los policías y yo, levantamos el auto a la fuerza mientras Dani, al volante, logró dar marcha atrás y liberar el auto. La alegría fue enorme, agradecimos a todos los que nos ayudaron y continuamos nuestro recorrido.

Colonia de loros y panorámica desde el Ceferino

La siguiente parada fue en la colonia de loros barranqueros más grande del mundo, un espectáculo de la naturaleza que nos dejó asombrados. Luego, nos dirigimos a una vista panorámica desde el Ceferino, una imponente figura de aproximadamente 5 metros de altura dedicada a Ceferino Namuncurá.

Con el cansancio acumulado, volvimos a Viedma al atardecer y disfrutamos de un paseo nocturno por la costanera. Desde allí, se puede apreciar la ciudad de Carmen de Patagones iluminada al otro lado del río, un cuadro realmente hermoso.

Una cena improvisada

De regreso al hotel, planeábamos consultar el menú de la cocina, pero nos llevamos una sorpresa: los lunes, la cocinera tenía franco. Intentaron ayudarnos con el número de una rotisería, pero resultó que ya no existía. Entre risas y resignación, optamos por una cena improvisada: pan y fiambre que compramos en un almacén cercano, disfrutado en la habitación del hotel.

Así cerramos nuestra experiencia en tierras rionegrinas, una jornada llena de anécdotas que recordaremos por mucho tiempo. Al día siguiente, nos esperaba otra intensa travesía: el viaje hasta Puerto Madryn.

Entrando a Viedma
Balneario El Cóndor
Atascados en el balneario
Cartel en el Balneario
Nidos de loros
Vista nocturna de Carmen de Patagones

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *