De Argentina a las aguas cálidas de Porto de Galinhas

Después de años viajando juntos, finalmente llegó el momento de nuestra primera aventura fuera del país como pareja. A la 1 de la madrugada del 8 de febrero, dejamos nuestra casa y nos subimos a un Uber rumbo al Aeroparque Jorge Newbey, con esa mezcla de emoción y ansiedad que solo los viajes pueden generar. A las 3 AM, despegamos con Gol Aerolíneas hacia San Pablo, marcando el inicio de esta experiencia inolvidable.

En Guarulhos, mientras esperábamos la conexión a Recife, descubrimos un pequeño placer inesperado: un desayuno con baklava Mshakkalin, un postre turco con castañas de cajú y pistachos envueltos en una masa hojaldrada crujiente, que acompañamos con un café bien cargado. Viajar es también probar cosas nuevas, y este fue el primer bocado de muchos que vendrían.

El vuelo a Recife estaba programado para las 8:45, pero partió con media hora de demora. Nada que un poco de paciencia viajera no pudiera manejar. Al llegar a Recife, compartimos un Uber con una familia argentina para abaratar costos (90 BRL en total) y, tras un viaje ameno, llegamos a nuestro alojamiento: el complejo Porto Atlantis, que sería nuestro hogar por los próximos días.

Con el entusiasmo intacto, nos acomodamos rápidamente y salimos a almorzar al centro. Elegimos un plato abundante de filet de tilapia con papas, arroz, ensalada y porotos negros, que nos costó 100 BRL y nos dejó listos para lo que más deseábamos: ¡el mar!

La primera zambullida en las aguas calmas y tibias de Porto de Galinhas fue todo lo que habíamos soñado. El sol brillaba sobre la arena blanca, y la tranquilidad del agua nos envolvía en una sensación de pura felicidad. Así, pasamos la tarde entre el mar y la playa, disfrutando del paisaje paradisíaco.

Cerca de las 17:00, el sol comenzó a bajar, tiñendo el cielo de colores dorados. Volvimos al departamento a darnos una ducha y, antes de cerrar el día, hicimos una escapada al supermercado Atacarejo, recomendado por Walter, el custodio del complejo. Aunque estaba a más de 10 km y tuvimos que ir en Uber, la diferencia de precios valió totalmente la pena.

Ya de vuelta, Dani preparó una cena casera de pollo con ensalada, cerrando así nuestro primer día en Brasil. Agotados por el viaje, pero felices, nos dejamos caer en la cama con la emoción de todo lo que vendría.

Comenzando la aventura
Llegando a San Pablo
Desayuno
Vista desde la terraza

Piscinas naturales, playas y la primera noche en el centro

El domingo comenzó temprano, con un despertar envidiable. Desayunamos fruta fresca en la terraza, al costado de la pileta, con vista al mar. El sonido de las olas y la brisa suave nos recordaban que estábamos en el paraíso.

Aprovechamos la marea baja para dirigirnos a la playa céntrica, desde donde se accede a una de las mayores maravillas de Porto de Galinhas: las piscinas naturales. Nos aventuramos mar adentro, nadando unos 200 metros hasta los arrecifes. La experiencia fue mágica. En algunas partes, el agua nos llegaba apenas a los tobillos, y en otras, dentro de las piscinas naturales, nos cubría hasta el pecho. Rodeados de peces de colores, flotábamos en ese mundo submarino como si fuéramos parte de él.

Después de una hora explorando este tesoro natural, comenzamos a regresar a la costa y pasamos el resto de la mañana en otra de las playas céntricas, disfrutando del sol y el mar, esta vez con algo más de oleaje que nos hizo jugar con las olas.

El almuerzo fue en el departamento. Probamos carne de sol, un plato típico del nordeste de Brasil, pero esta vez no tuvimos suerte: estaba llena de nervios y demasiado dura. Un pequeño tropiezo gastronómico que no empañó el día.

Por la tarde, seguimos explorando y visitamos otras playas cercanas, donde el oleaje era más intenso. Nos quedamos allí hasta la puesta del sol, contemplando cómo el cielo se teñía de tonos naranjas y rosados sobre el mar.

Para cerrar la jornada, nos fuimos al centro de Porto de Galinhas a conocer su vida nocturna. Calles iluminadas, ambiente vibrante, música en vivo y el ir y venir de turistas le daban un encanto especial. Paseamos sin apuro, disfrutando del clima cálido, y nos dimos un gusto con un par de helados, el broche de oro para nuestro segundo día en tierras brasileñas.

Disfrutando la playa céntrica
En la pile del complejo
Infaltable foto con cartel local

Snorkel, caminata bajo la tormenta y la maravilla de Muro Alto

El tercer día amaneció con energía viajera. Tomamos un Uber (17 BRL) hasta Pontal de Cupe, una playa con piscinas naturales muy cerca de la costa. Equipados con nuestra GoPro, nos sumergimos en el agua cristalina para hacer snorkel y filmar la increíble vida marina. Pequeños peces de colores nadaban a nuestro alrededor, mientras explorábamos los arrecifes con la tranquilidad que solo el mar puede brindar.

A media mañana, decidimos caminar 5 km hasta Muro Alto, hogar de la piscina natural más grande de América Latina. La caminata por la arena era intensa, pero valía la pena… hasta que el clima nos jugó una sorpresa. Una tremenda tormenta nos agarró en el camino, dejando el cielo gris y la lluvia cayendo con fuerza. Por suerte, logramos refugiarnos en un resort sobre la playa, donde esperamos a que el temporal pasara.

Cuando el cielo despejó, retomamos el camino y llegamos finalmente a Muro Alto. Ocupamos una sombrilla y nos lanzamos al agua, maravillados por la calma de esta inmensa piscina natural. El almuerzo fue otro plato de carne de sol, arroz y ensalada, esta vez mucho más tierno y sabroso que el del día anterior.

Pasado el mediodía, la marea comenzó a subir rápidamente, y para cuando terminamos de almorzar, ¡el agua ya nos llegaba hasta la reposera! Por suerte, el mar en Porto de Galinhas es tan cálido que en lugar de molestarnos, lo disfrutamos.

Un par de horas después, la playa de Muro Alto quedó completamente cubierta por el mar, por lo que tuvimos que buscar otro rincón seco en la playa de al lado. Allí nos quedamos un rato más, absorbiendo cada minuto de este paraíso.

Cuando el sol comenzó a descender, emprendimos la caminata hasta la ruta y pedimos un Uber de regreso a Porto de Galinhas. Otro día perfecto quedaba atrás, con recuerdos de snorkel, tormentas repentinas y una de las piscinas naturales más impresionantes que habíamos visto.

Snorkel en Cupe
Caminata posterior al diluvio
Piscina con el Muro Alto de fondo
Atardecer de un día agitado
En el Coqueiral
Celebrando el amor
Esquivando al mar
Desde el faro

Cambio de planes, un espectáculo natural y 20 km a puro caminar

El martes comenzó con nuestro ya clásico ritual del desayuno, disfrutando de la tranquilidad de la terraza, la pileta y la vista al mar. La idea original era visitar Praia dos Carneiros, pero las dificultades logísticas nos hicieron replantear el plan. Pedimos un Uber, pero los conductores que aceptaban el viaje exigían que contratáramos también el regreso, ya que no tenían pasajeros para volver. Además de los 70 BRL del viaje, nos pedían 300 BRL extra, un precio que no estábamos dispuestos a pagar.

Así que, fieles a nuestro espíritu viajero, decidimos cambiar de destino y caminar los 7 km hasta Pontal de Maracaípe.

El camino fue una experiencia en sí misma. Antes de llegar a Maracaípe, atravesamos un hermoso coqueiral de aproximadamente 1 km, un paisaje de palmeras altas y arena dorada, que nos hizo sentir en una postal del Caribe.

Al llegar al Pontal de Maracaípe, el mar estaba bajo y la playa se extendía por todos lados. Las sombrillas de los paradores estaban a más de 200 metros del agua, lo que anunciaba lo que vendría: la inevitable subida de la marea. Nos metimos al mar y avanzamos casi 300 metros mar adentro, pero el agua nunca nos pasaba de la rodilla. Con el calor intenso, la única manera de refrescarnos era sentarnos en el agua y dejarnos envolver por la brisa marina.

Cerca del mediodía, hicimos una pausa para hidratarnos con agua de coco bien fría y disfrutar de unos camarones empanados que estaban simplemente deliciosos (170 BRL). Mientras almorzábamos, fuimos testigos de un fenómeno natural increíble: la marea subió y el mar y el río se unieron, creando un espectáculo pocas veces visto.

La vuelta: más caminata y planificación de aventuras

Para regresar, la marea alta nos obligó a caminar sobre una pared, ya que la playa había desaparecido bajo el agua. Retomamos el largo trayecto de 7 km de regreso, pero antes de volver al departamento, pasamos por el centro de Porto de Galinhas para subir al faro por primera vez y ver la playa iluminada por la noche desde ahí. Esa misma noche también aprovechamos y contratamos las excursiones para los próximos 2 días de las cuales hablo en otro relato exclusivo para ambas:

📍 Miércoles: Praia dos Carneiros
📍 Jueves: Maragogi

Llegamos al departamento completamente agotados después de haber caminado 20 km en total, así que terminamos el día descansando en la pileta, con la sensación de haber vivido otra jornada inolvidable en el paraíso.

Piscinas naturales, caminatas entre mareas y una cena especial de San Valentín

El viernes comenzó con una nueva visita a las piscinas naturales de Porto de Galinhas, pero esta vez con una marea aún más baja, lo que nos permitió verlas con mayor claridad. Durante la mañana, nos enteramos de un dato curioso: no está permitido meterse en las piscinas hasta que vuelva a subir el agua y se renueve, para evitar afectar el ecosistema marino. Así que disfrutamos el paisaje, observando la vida marina desde afuera, respetando este frágil paraíso.

El resto del día lo pasamos en las playas del centro, relajándonos bajo el sol y disfrutando de las aguas cálidas. Al volver caminando por la costa, la marea ya había subido tanto que en varios tramos tuvimos que caminar directamente por el agua.

De regreso en el departamento, aprovechamos para descansar un rato en la pileta antes de ducharnos y salir nuevamente. Nos esperaba nuestra última noche en Porto, y teníamos planes especiales. Primero, compramos algunos regalos y recuerdos en el centro, llevándonos un pedacito de este viaje inolvidable con nosotros.

Para la cena, y como era San Valentín, decidimos celebrar con una cena especial. Elegimos un plato delicioso: Strogonoff de camarón y pescado con molho de camarón, una combinación exquisita que cerró nuestra última noche de la mejor manera. Luego de un helado refrescante, regresamos al departamento, listos para descansar antes de nuestro último día en este paraíso.

Últimos momentos en el paraíso y regreso a casa

El sábado nos levantamos temprano para aprovechar un último rato de playa antes de las 11, hora en la que debíamos hacer el check-out del departamento. Afortunadamente, el edificio nos permitió dejar el equipaje, así que después de entregar la llave, tuvimos tiempo para dar una última vuelta por el centro, hacer algunas compras más y almorzar tranquilamente.

A las 13 hs, pedimos un Uber hacia el aeropuerto de Recife, cerrando así esta aventura en Porto de Galinhas.

El regreso a casa fue tranquilo y sin contratiempos. Disfrutamos de dos vuelos cómodos y, una vez en Ezeiza, tomamos un Cabify de vuelta a nuestro hogar, donde terminamos este viaje con el corazón lleno de recuerdos inolvidables.

Porto de Galinhas nos regaló días de mar, sol, aventuras y paisajes impresionantes. Sin dudas, un destino que quedará para siempre en nuestra historia viajera.

📍🌍 Hasta la próxima aventura.

Snorkeleando
En las piscinas
La calle de los paraguas
Cena de San Valentín

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