Terezín: memoria viva del horror y el coraje
Cuando estuvimos con Agus en Berlín no nos dio el tiempo para visitar un campo de concentración, y por eso sabíamos que, si llegábamos a Praga, era algo que teníamos que hacer sí o sí. Así fue como contratamos una excursión de medio día al campo de concentración de Terezín (conocido como Theresienstadt durante la Segunda Guerra Mundial) a través de una agencia llamada Torres de Praga. La salida fue de 9 a 15 hs.
A las 9 nos encontramos con nuestra guía y el resto del grupo cerca de la Torre de la Pólvora y partimos en combi rumbo al pueblo de Terezín, a unos 60 kilómetros de Praga. Durante el trayecto, de aproximadamente una hora, pasamos por el lugar donde tuvo lugar la famosa Operación Antropoide, uno de los episodios de resistencia más importantes de la Segunda Guerra Mundial.
La Operación Antropoide y su vínculo con Terezín
La Operación Antropoide fue una misión secreta llevada a cabo en 1942 por dos soldados checoslovacos entrenados por los británicos: Jozef Gabčík y Jan Kubiš. El objetivo era asesinar a Reinhard Heydrich, el alto jerarca nazi conocido como “El carnicero de Praga”, uno de los principales arquitectos de la Solución Final y gobernador del Protectorado de Bohemia y Moravia.
Heydrich fue atacado el 27 de mayo de 1942 cuando su coche circulaba por Praga. Aunque inicialmente sobrevivió, murió días después por complicaciones. La operación, aunque exitosa, provocó una brutal represalia nazi: la destrucción completa del pueblo de Lidice, el asesinato de más de 1.300 personas y la ejecución de miles más en campos como Terezín. Muchos de los arrestados fueron interrogados y posteriormente enviados a Terezín, donde fueron ejecutados o deportados. Pasamos junto al monumento que recuerda esta operación y sus mártires, lo que marcó el tono del viaje desde el comienzo.
La Pequeña Fortaleza de Terezín
A medida que nos acercábamos, comenzamos a ver la fortaleza principal del campo. Terezín es un sitio complejo desde lo histórico: funcionó como campo de concentración, prisión de la Gestapo y gueto judío, además de ser un punto de tránsito hacia campos de exterminio como Auschwitz.
La visita comenzó en la Pequeña Fortaleza, que fue usada como prisión por la Gestapo. Antes de ingresar, nos detuvimos frente a un gran cementerio militar dividido en dos sectores: uno con tumbas de víctimas de distintas minorías —disidentes políticos, homosexuales, gitanos, etc.— y otro reservado a personas de religión judía. Ver esa cantidad de lápidas, muchas sin nombre, ya nos puso en una sintonía de profunda reflexión.
Dentro de la fortaleza, recorrimos primero el área donde eran detenidas las mujeres. Las celdas individuales, pensadas para una sola persona, llegaron a contener hasta siete. Luego cruzamos bajo el famoso cartel “Arbeit macht frei” (“El trabajo los hará libres”) para entrar a los barracones masculinos, donde el hacinamiento era extremo: espacios diseñados para 20 personas llegaron a contener hasta 150. Estar parado ahí, imaginando las condiciones de vida, no se puede explicar con palabras.
Caminamos por patios internos, celdas de castigo, las duchas, el “hospital” (que no era tal), y atravesamos un túnel de casi 1 km que conectaba con un campo de tiro. Allí, muchos prisioneros fueron ejecutados frente a un paredón que aún conserva las marcas de los disparos. Esa parte del recorrido, junto con el túnel oscuro y frío, hiela la sangre. También vimos las residencias donde vivían los oficiales nazis con sus familias, en un contraste cruel con el sufrimiento que ocurría a pocos metros.
El Gueto Judío y el Museo del Gueto
Después volvimos a la combi para recorrer parte del pueblo de Terezín hasta llegar a la Fortaleza Mayor, que durante la guerra fue convertida en el gueto judío. Este lugar fue presentado por los nazis como un “asentamiento modelo” ante la Cruz Roja y el mundo, mostrando una falsa apariencia de dignidad y vida cultural. En realidad, fue un campo de tránsito hacia la muerte, donde miles murieron por hambre, enfermedades y las condiciones inhumanas, mientras otros eran deportados a Auschwitz y otros campos de exterminio.
Hicimos una pausa para almorzar algo rápido que habíamos llevado, y luego visitamos el Museo del Gueto, ubicado en un edificio que antes fue una escuela. Allí se conservan documentos, objetos personales y, sobre todo, los estremecedores dibujos de los niños prisioneros, muchos de los cuales no sobrevivieron. Es imposible no conmoverse frente a esas obras frágiles y esperanzadas en medio del horror.
Cementerio y crematorio
La visita continuó con el cementerio judío, donde descansan muchas de las víctimas del gueto. Justo al lado está el crematorio, que funcionó hasta 1945. Se estima que allí fueron incinerados más de 30.000 cuerpos. El edificio se conserva con sus hornos originales, la sala de autopsias y una pequeña exposición que detalla su funcionamiento. Es un espacio difícil de recorrer, pero fundamental para comprender la magnitud de lo vivido allí.
Salimos de Terezín con el corazón apretado y la cabeza llena de preguntas. No es un paseo turístico, sino una experiencia profundamente humana, histórica y emocional. Es una visita que deja huella, que sacude y que invita a recordar, entender, y sobre todo, a no olvidar.







