Descubriendo Nápoles
El sábado comenzó temprano con un viaje en tren hasta Piazza Garibaldi, en Nápoles, seguido de un traslado en metro hasta nuestro alojamiento, el Don Vittorio. Allí, el dueño, muy amable, nos permitió hacer el check-in antes de la hora establecida, resolvió todas nuestras dudas y nos dio excelentes recomendaciones para explorar la ciudad. Antes de salir a recorrer, hicimos una parada estratégica en el supermercado para abastecernos de todo lo necesario durante nuestra estadía.
Después de almorzar, salimos caminando hacia el centro para unirnos al Free Tour por la ciudad. Nos encontramos con nuestra guía, Rafaella, en la Piazza del Municipio, justo frente a la Fontana de Neptuno. El recorrido comenzó con la fachada de la iglesia de Santiago, que todavía pertenece a España. Luego pasamos por el imponente Castel Nuovo, exploramos el pintoresco Barrio Español y llegamos al Santuario de Maradona, un lugar increíblemente emotivo (aunque admito que no puedo ser objetivo con El Diego). Continuamos por la Vía Toledo, famosa por sus grandes tiendas, y visitamos la impresionante Galería Umberto I, un espectáculo arquitectónico que nos dejó boquiabiertos.
El tour finalizó en la costanera, con vistas al Castel dell’Ovo, donde, según la leyenda, descansa bajo un huevo el cuerpo de Parténope, la sirena que llegó a estas costas. Aunque no pudimos entrar al castillo porque ya estaba cerrado, disfrutamos de la exclusividad de la zona más lujosa de la costa napolitana, donde sentarse a comer es casi prohibitivo. Antes de regresar, pasamos por el puerto a comprar los boletos para nuestra próxima aventura: Capri. Cerramos la jornada con unas deliciosas pizzas napolitanas hechas con masa madre y volvimos al departamento a descansar; al día siguiente, nos esperaban las ruinas de Pompeya.
Las Fascinantes Ruinas de Pompeya
El domingo arrancó bien temprano. Caminamos hasta el metro para llegar de nuevo a Piazza Garibaldi y tomar el tren de la Línea Circumvesuviana, que en aproximadamente una hora nos dejó justo en la entrada de las ruinas de Pompeya. A las 9 AM ya estábamos allí, donde contratamos una guía en inglés para que nos diera un recorrido introductorio de dos horas.
Un momento curioso ocurrió mientras contrataba el tour: al pagar y charlar con la cajera (que no tendría más de 30 años) en inglés, me preguntó de dónde éramos. Al responder que de Argentina, su cara se iluminó. Emocionada, sacó su celular y me mostró una foto de su hijito vistiendo un body celeste y blanco con la 10 de Maradona. Fue una sorpresa gratísima y un recordatorio de cómo el legado de Diego sigue vivo incluso entre quienes no lo vieron jugar.
El recorrido por las ruinas fue fascinante. Después del tour guiado, seguimos explorando por nuestra cuenta hasta pasado el mediodía. Fue impactante caminar entre los restos de esta ciudad sepultada por 7 metros de cenizas volcánicas tras la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. Ver las posturas de los cuerpos petrificados en su último intento de escapar fue una experiencia sobrecogedora que no olvidaremos.
Hacia las 3 PM, emprendimos el regreso a Nápoles, bajándonos en la estación Toledo del metro. Allí, admiramos el “Cráter de Luz”, una increíble intervención artística que refleja una hermosa luz azul a través de un hoyo de más de 50 metros de profundidad. Sin duda, una de las estaciones de metro más impresionantes que hemos visto.
Desde allí, tomamos el funicular hacia Vomero, un barrio en las colinas de Nápoles. Parecía un mundo aparte del caos del centro. Las vistas del golfo y la ciudad desde arriba son sencillamente espectaculares. La bajada la hicimos a pie, siguiendo un camino de amplios escalones que nos llevó de regreso al puerto. Intentamos visitar la Catedral, pero llegamos media hora tarde; nos quedamos con las ganas. Exhaustos tras un día de calor y caminatas interminables, volvimos al departamento a cenar y descansar.
Un Día de Lujo en Capri
El lunes llegó nuestro esperado momento de glamour en Capri. Caminamos hasta el puerto y tomamos un ferry de unos 45 minutos que nos llevó a esta joya mediterránea, aunque abarrotada de turistas como nosotros. Nada más llegar, Dani corrió a comprar los tickets (€84) para un paseo en barco alrededor de la isla, una experiencia de dos horas. Navegamos por lugares icónicos como la Gruta Verde, la Marina Grande, la Marina Piccola y los majestuosos Faraglioni.
El punto culminante fue la famosa Gruta Azul. Para entrar, tuvimos que subirnos a una góndola pequeña y, tras pagar €14 por persona, acostarnos para pasar por la diminuta entrada. Una vez dentro, la atmósfera mágica del agua iluminada por un intenso azul nos dejó sin palabras. Aunque solo estuvimos cinco minutos en el interior, fue un momento inolvidable.
De regreso al puerto, tomamos un autobús hacia Anacapri, la parte más alta de la isla. El viaje en sí ya era una aventura: la carretera es tan estrecha que los autobuses han tenido que adaptar sus espejos, y las curvas se navegan gracias a grandes espejos que permiten ver si viene alguien de frente. En Anacapri subimos al Monte Solaro en telesilla (€12 por persona), disfrutando de vistas de 360° desde casi 600 metros de altura.
Tras almorzar bajo la sombra de una enredadera, volvimos al glamoroso centro de Capri. Visitamos los Jardines de Augusto, con vistas espectaculares del golfo y sus yates de lujo, y paseamos entre boutiques y restaurantes exclusivos, donde lo único que hicimos, obviamente, fue mirar. Finalmente, bajamos caminando hasta la playa para darnos un último chapuzón en las cristalinas aguas del Mediterráneo antes de tomar el ferry de vuelta.
El regreso fue un poco movido, con maletas volando por el barco debido al oleaje, pero nosotros apenas lo notábamos porque íbamos medio dormidos hasta que una de ellas me dio en la cabeza y me despertó. Esa noche, con las maletas listas, nos preparamos para el próximo destino: Roma.
Muy buen relato. Hermosas fotos y bellísima familia!!