Preparativos y primeros días en el DF
Rumbo a México
En septiembre de 2023, nuestra familia, siempre deseosa de explorar el mundo, comenzó a planear una nueva aventura. El destino principal era México, una oportunidad perfecta para visitar a Lucila (la hermana de Dani), su pareja Diego y su hija Olivia, además de escapar del frío invierno porteño. Pero no nos conformamos solo con eso: decidimos añadir una semana de sol y playa en algún destino cercano. Tras evaluar varias opciones como Costa Rica, Belice, El Salvador y Colombia, finalmente elegimos Panamá como nuestra segunda parada.
El primer desafío fue organizar los días. Con la valiosa ayuda de mis cuñados, logramos delinear un plan que combinaba 14 días en México con 7 días en Panamá. Avianca se convirtió en nuestra aerolínea elegida, ofreciendo vuelos con escala en Bogotá por un costo de 1077 USD por persona, incluyendo equipaje.
Salida desde Buenos Aires y primera recorrida por el DF
Finalmente, llegó el tan esperado por nosotros 6 de Julio de 2024. Miguel, el tío de Dani, nos llevó hasta Ezeiza para tomar nuestro vuelo. Viajábamos ligeros de equipaje, solo con un carry-on cada uno, lo que hizo el check-in rápido y sin complicaciones. Con tiempo de sobra, nos relajamos y disfrutamos de una tranquila cena en el VIP de Mastercard antes del embarque.
El vuelo hacia Bogotá transcurrió sin contratiempos, durando aproximadamente seis horas. Tras una escala breve de dos horas en la cual obviamente probamos y nos deleitamos con café colmbiano, continuamos hacia la Ciudad de México, donde aterrizamos puntualmente a las 8 a.m. Una vez en suelo mexicano, pedimos un Uber que nos llevó a nuestro alojamiento llamado Downtown Treasure, el cual es un hostel muy lindo y administrado por sus dueños con muchísimo buen gusto y cordialidad. Esta fue la primera vez que me animé a ir a un alojamiento con baño compartido y la verdad es que el mismo era un lujo, constantemente lo estaban manteniendo en óptimas condiciones.
Después de instalarnos y refrescarnos, nuestro primer destino fue el Mercado San Juan, donde compartimos un delicioso y picante almuerzo con los Denari. Con energías renovadas, nos dedicamos a explorar algunos de los lugares más icónicos de la capital mexicana.
Visitamos el imponente Zócalo, admiramos la majestuosa Catedral Metropolitana, recorrimos el Museo de Bellas Artes y el fascinante Templo Mayor, dejando que la rica historia de la ciudad nos envolviera.
Al caer la tarde, hicimos una parada para comprar pollo rostizado y arroz, que llevamos al alojamiento para una cena sencilla pero reconfortante. Exhaustos, nos rendimos temprano a la cama, satisfechos con un primer día repleto de aventuras y descubrimientos.






Historia en Teotihuacán y Emociones Encontradas
El segundo día lo dedicamos a un destino emblemático: las pirámides de Teotihuacán. Llegamos alrededor de las 10 a.m. en Uber y, por 50 USD, contratamos a Rodolfo, un guía local que nos llevó a conocer la fascinante historia del lugar. Nos hizo recorrer varios sectores, incluso el interior de una de las pirámides, lo cual fue una experiencia inolvidable.
Sin embargo, al mediodía, mientras nos preparábamos para almorzar, recibí una noticia que me dejó helado: había fallecido mi tío y padrino. A partir de ese momento, el día cambió de color y me invadió una sensación de tristeza que empañó lo que quedaba de la jornada.
Aun así, Agus nos invitó a comer a La Cueva, un restaurante justo frente a las pirámides, donde compartimos una comida muy rica en un ambiente totalmente distinto a lo que estamos acostumbrados.. A las 4 de la tarde, tomamos un micro de regreso a la Ciudad de México con la idea de visitar el Bosque de Chapultepec, aunque nos llevamos una sorpresa al llegar: el parque estaba cerrado por un evento especial.
Decidimos entonces pasear por la Avenida Reforma, donde visitamos el majestuoso Ángel de la Independencia. Mientras Agus se fue a una taquería a encontrarse con algunos compañeros de trabajo, nosotros aprovechamos para tomar un café, seguido de un helado. Continuamos caminando por Reforma y, al final, nos refugiamos en el centro comercial Reforma 222 para esperar a Agus, quien se había juntado a comer con compañeros de trabajo, y relajarnos un poco antes de volver al alojamiento.
Al día siguiente, nuestro próximo destino sería Metepec, a la casa de Luli y Diego.



Entre molletes, mercados y paisajes
La jornada comenzó con un desayuno delicioso en el alojamiento: unos molletes, ese pan mexicano cubierto de salsa de frijoles, jamón o chorizo, y un irresistible queso gratinado. Con las energías recargadas, tomamos un Uber muy cómodo que, además, conseguimos a un precio excelente: 570 pesos mexicanos. Nuestro destino era Metepec, la casa de Lucila.
Al llegar, nos dirigimos al centro para explorar el corazón del pueblo. Subimos al cerro empinado donde se encuentra la iglesia, un lugar lleno de paz y vistas encantadoras. Después, paseamos por la calle principal, donde se encuentra el ayuntamiento, y absorbimos la esencia de este pintoresco lugar.
La aventura continuó cuando fuimos a buscar a Oli al colegio para luego dirigirnos a la feria Tianguis, un evento que se celebra exclusivamente los lunes. Nos sorprendió la variedad de productos: frutas frescas como tuna, sandía, bananas, piña y mango, además de ropa, curiosidades y una gran cantidad de puestos de comida. Allí probamos unas empanadas fritas rellenas de pulpo y calamar, una delicia que costó solo 50 pesos (aproximadamente 3 dólares) cada una.
De regreso a la casa de Lucila, alrededor de las 3:30 de la tarde, nos dividimos en tareas. Mientras Pato, Oli y yo fuimos a conocer el Parque del Bicentenario, Luli y Diego se encargaron de pagar una multa por estacionar en el lugar equivocado en el Tianguis. ¡Todo para asegurarnos de que el auto estuviera en regla para nuestro próximo viaje a San Miguel de Allende!
De vuelta en casa a las 6:30 pm, nos bañamos y nos alistamos para una cena temprana. Disfrutamos de unos ricos chilaquiles: pollo desmenuzado acompañado de tortillas trituradas y bañadas en una sabrosa salsa con chile. Cerramos el día con un helado de Aromitalia que fue la gloria misma: lemon pie y chocolate con sabor a Ferrero Rocher.
Con los sabores del día todavía frescos en el paladar, nos fuimos a dormir. ¡Un día perfecto en Metepec, lleno de momentos únicos, reencuentro famillar y buenos sabores!



De San Miguel de Allende al mirador bajo la lluvia
El día comenzó temprano, a eso de las 6 de la mañana. El Pela nos preparó un café delicioso que nos dio el empuje necesario para arrancar. A las 7:30 ya estábamos en camino a San Miguel de Allende, manejando el Chevrolet Spark que nos prestó Luli. El viaje fue tranquilo, aunque el estado del camino dejó mucho que desear. Tras unas horas de ruta y cerca del mediodía, llegamos a “La Casa de Juanita”, nuestro alojamiento en este destino.
Luego de hacer el check-in, fuimos directamente a la oficina de turismo para recoger el indispensable mapa de la ciudad (no es mas cómodo movernos de esta manera ya que marca los puntos turísticos además de que no hay que andar luchando con la luz del sol sobre la pantalla del celular). Con el itinerario en mano, comenzamos nuestra exploración en la Plaza de Armas, visitando la imponente Parroquia de San Miguel Arcángel, un monumento de mas de 300 años de antigüedad ya que fue construído en el año 1709. Continuamos nuestro recorrido “religioso” con los templos de San Rafael y de la Inmaculada Concepción, cada uno con su encanto particular.
El almuerzo fue sencillo pero delicioso: unos burritacos que nos recargaron las energías para seguir paseando y descubriendo este pintoresco destino. Después nos dirigimos al Centro Cultural Ignacio Ramírez “El Nigromante” el cual originalmente fue construido para ser un convento, un lugar cargado de historia y arte en el cual conocimos las “Mojigangas”, que son figuras de gran tamaño con cabezas desproporcionadas hechas de cartón, madera o tela, y se utilizan en celebraciones, carnavales y festividades como el Día de los Muertos. También fuimos a la Casa del Mayorazgo de la Canal pero nuestra visita a este sitio histórico fue breve, ya que nos pedían dejar nuestras mochilas en lockers, y decidimos seguir adelante.
El sol estaba radiante, así que aprovechamos para subir al Mirador, ubicado a unos 900 metros. Sin embargo, cuando estábamos a apenas 100 metros de llegar, nos sorprendió una lluvia torrencial. Nos refugiamos bajo un pequeño techo, y para nuestra suerte, la tormenta duró solo 15 minutos. El esfuerzo valió la pena: desde El Mirador, las vistas eran espectaculares.
De regreso, tomamos el Paseo del Chorro y el Callejón del Chorro, una caminata angosta con escaleras que descendían hacia el encantador Parque Benito Juárez. Aunque todavía caía una leve llovizna, el parque tenía muchísima vida sola, inclusive había un equipo de básquet entrenando bajo la lluvia.
Volvimos al alojamiento justo a tiempo para ver el partido de Argentina contra Canadá en la semifinal de la Copa América. ¡La victoria fue nuestra, 2-0! Con el ánimo en alto, salimos nuevamente en busca de algo para cenar, pero nos topamos con un inconveniente: casi todo estaba cerrado. Finalmente, encontramos un puesto callejero donde disfrutamos de unos tacos sencillos pero sabrosos.
A las 10:30 de la noche, regresamos a “La Casa de Juanita”, agotados pero felices, listos para descansar después de un día lleno de aventuras, historia y emociones.








Últimos momentos en San Miguel de Allende y un regreso sin papeles a Metepec
El día comenzó de manera inusual para mí. A pesar de ser madrugador, el cansancio acumulado hizo que despertara recién a las 8:30, algo rarísimo en mí. Sin una pava eléctrica ni anafe en La Casa de Juanita, improvisamos calentando agua en el microondas para tomar unos mates antes de salir. Luego de dejar la casa y sacar el auto del garaje, emprendimos una última caminata por San Miguel de Allende.
Antes de llegar al Jardín Principal, la plaza frente a la emblemática Iglesia de San Miguel Arcángel, pasamos por La Colmena, una panadería cuyo nombre le hace honor: la cantidad de abejas revoloteando sobre las facturas era impresionante. Probamos unas de sus especialidades y también los famosos “Pedos de Monja”, un postre de chocolate queretano muy parecido a una trufa.
Luego del desayuno, visitamos el Templo San Juan de Dios y el Mercado San Juan de Dios, al que regresaríamos más tarde para almorzar. También recorrimos el Paseo de los Artesanos y el Mercado de Artesanías, donde, como en cada destino, compramos nuestro imán de recuerdo.
De regreso al Mercado San Juan de Dios, almorzamos una copa de camarones y pulpo, acompañada de un pollo al spiedo con ensalada de lechuga y tomate. Con el estómago lleno y un poco de tiempo libre, descansamos en la Plaza Principal, disfrutando de los últimos momentos en esta hermosa ciudad antes de regresar al auto, que habíamos dejado estacionado en la puerta de La Casa de Juanita.
El viaje de regreso a Metepec nos tomó más de cuatro horas, muchas de ellas bajo la lluvia. Sin embargo, lo más sorprendente del día ocurrió al llegar: Luli se había olvidado de darnos la cédula del auto antes de que partiéramos. Es decir, acabábamos de recorrer más de 500 kilómetros sin papeles. Fue un alivio saberlo recién al llegar, porque si nos hubieran parado en algún control, no sé qué podría haber pasado. Sin dudas, ¡tuvimos mucha suerte!
Como hacía solo unos días había sido el cumpleaños de Dani, los Denari nos invitaron a una taquería a cenar. No era un sitio turístico, sino una auténtica taquería mexicana, lo que hizo que la experiencia fuera aún más especial. Comimos unos deliciosos tacos al pastor, el broche de oro perfecto para cerrar este intenso día.
Cansados, pero felices, nos fuimos a dormir temprano. Al día siguiente, nos esperaba un nuevo destino: volábamos los ocho juntos a Huatulco, listos para descubrir las playas de este hermoso país.





