Viaje desde Viedma y llegada a Puerto Madryn

Un arranque con una confusión

Alrededor de las 9:30 AM, tras un desayuno bastante sencillo en el hotel de Viedma, partimos hacia el destino más esperado de nuestro viaje: Puerto Madryn. El trayecto, de aproximadamente 450 kilómetros por la Ruta 3, se presentó impecable aunque un tanto monótono. Quizá el cansancio acumulado comenzaba a hacerse sentir. Durante el camino hicimos un par de paradas para estirar las piernas, siendo la última en un pequeño pueblo cercano a Madryn llamado Sierra Grande. Allí cargamos nafta súper a $9,91 el litro y almorzamos en una pintoresca casa rodante que funcionaba como restaurante.

Llegamos alrededor de las 15:00 al Kaló Hostel, nuestro alojamiento por las siguientes cinco noches. Después de hacer el check-in —no sin inconvenientes, ya que no tenían registrada nuestra reserva pese a que había sido confirmada por correo una semana antes— y de bajar todo el equipaje del auto, decidimos recorrer la costanera. Caminamos apenas tres cuadras desde el hostel y lo primero que encontramos fue la oficina de turismo, donde obtuvimos información valiosa para los días siguientes. Más adelante, nos topamos con el club Deportivo Madryn, donde se realizaba una feria de artesanos. No resistimos la tentación de probar chocolates artesanales mientras recorríamos los puestos.

Desde allí bajamos a las inmensas playas, de arena formada por conchillas bastante grandes. Desde la costa, para nuestra alegría, pudimos avistar por primera vez las ballenas y admirar el intenso azul del océano. Finalizamos la tarde recorriendo el extenso muelle de la ciudad, desde donde disfrutamos de una vista más cercana de estos imponentes cetáceos. En este muelle también está la Prefectura y cuando estábamos nosotros habían capturado un pesquero chino y tenían a sus tripulantes viviendo dentro desde ese momento y hasta que la empresa dueña del barco los liberara. A medida que caía la tarde, el frío comenzó a hacerse sentir, así que regresamos al hostel, pasando por una rotisería cercana para comprar la cena.

El departamento era mucho más amplio que las habitaciones de nuestras estadías anteriores y estaba muy bien mantenido, aunque persistían algunos inconvenientes (problemas con internet y con la conexión de la TV que hacían que se viera como con lluvia. Nos acomodamos alrededor de la mesa, e intentamos disfrutar viendo como podíamos de los Juegos Panamericanos mientras cenábamos. Una jornada larga pero emocionante llegaba a su fin, prometiendo aventuras igual o más intensas en los días venideros.

Playa céntrica
Posando
Descubriendo ballenas
Barco chino capturado
Familia posando
Ciudad desde el muelle

Primer Día Completo en Madryn

El miércoles arrancó temprano. Nuestro primer destino del día fue el Área Protegida El Doradillo. Llegamos alrededor de las 10:00 AM al primer mirador, que ofrecía una vista espectacular. Desde allí logramos divisar algunas ballenas, aunque estaban algo alejadas. Tras tomar las fotos de rigor, seguimos hacia la segunda bajada de la playa del Doradillo.

Allí, estacionamos el auto en la zona habilitada, preparamos las cámaras, la esterilla y el equipo de mate, y nos instalamos para disfrutar de una mañana primaveral en la playa. El espectáculo que presenciamos fue único: ballenas francas australes saltando, respirando, mostrando sus imponentes colas y lanzando sus característicos chorros de agua en forma de V. Fue un verdadero show natural que nos dejó sin palabras. Aunque para los chicos, que ya habían visto ballenas antes, parecía algo “normal” (según ellos, jaja).

Pasado el mediodía, levantamos campamento y nos dirigimos al Mirador Punta Flecha, donde se encuentra el refugio del guardaparque. Desde este punto privilegiado no solo admiramos el paisaje, sino también conocimos un cable submarino con un micrófono que permite escuchar los sonidos de los cetáceos. Fue espectacular experimentar esta innovación y presenciar cómo los científicos monitorean y documentan la actividad de los animales.

De vuelta en el hostel, hicimos una parada rápida para almorzar y luego nos dirigimos al Ecocentro, un lugar recomendado antes de visitar la Península Valdés. Llegamos alrededor de las 16:00 y pagamos la entrada ($90 los adultos), aunque nuevamente el descuento de Serviclub no sirvió, para variar, jaja. El recorrido fue fascinante: desde exposiciones fotográficas y simulaciones de las barbas de las ballenas, hasta una sala oscura donde se escuchaban los sonidos submarinos. También visitamos un estanque con estrellas marinas, moluscos y otras especies, y asistimos a un documental en el auditorio que mostraba el trabajo de los científicos en la Península Valdés.

El cierre del día incluyó una parada en el monumento al indio Tehuelche y en Punta Cuevas, lugar histórico donde desembarcaron los galeses hace casi 150 años. Exhaustos pero felices, volvimos al hostel, nos duchamos y cenamos un delicioso pollo con papas antes de caer rendidos.

Playa El Doradillo
Vista desde el mirador de El Doradillo
"Hay mirá la cola"
Entrada al Ecocentro
Ecocentro
Agus en Punta Cuevas

Península Valdés y el Sueño de las Ballenas

El jueves madrugamos a las 7:30 para desayunar tranquilos y partir hacia Península Valdés, la gran aventura del día. Tras recoger unas empanadas para el almuerzo, recorrimos los 100 kilómetros hasta Punta Pirámides. A pesar de algunas gotas de lluvia que nos hicieron dudar por un momento, decidimos continuar.

A las 11:00, tras visitar el centro de visitantes, logramos reservar un lugar para el avistaje de las 12:00 con la empresa Jorge Schmid. Embarcamos puntualmente y, en menos de cinco minutos, ya habíamos avistado la primera ballena. Sentados en la proa, Agus y yo disfrutábamos del agua salpicando mientras Dani observaba desde un costado. La experiencia fue indescriptible: ballenas tan cerca que parecía que podíamos tocarlas. El clima acompañó perfectamente, con sol, poco viento y unos agradables 20 grados. Sin duda, uno de esos momentos que justifican todos los esfuerzos.

De vuelta en tierra, hicimos un picnic rápido con las empanadas y seguimos hacia una colonia de lobos marinos en Punta Pirámides. Posteriormente, emprendimos un trayecto de 80 kilómetros por ripio hasta Caleta Valdés, donde visitamos una pinguinera (aún vacía por la época del año) y una colonia de elefantes marinos en Punta Cantor. Además, tuvimos la suerte de avistar zorros y varias aves.

El regreso, aunque tedioso por el ripio, fue inolvidable. La inmensidad y el silencio de la ruta pavimentada de noche nos dejó una sensación de paz indescriptible. Llegamos al hostel poco después de las 20:00, agotados pero satisfechos tras un día lleno de experiencias memorables. Tras una cena sencilla y una ducha reparadora, nos preparamos para el siguiente capítulo de esta maravillosa aventura.

A punto de embarcarnos
Listos para zarpar
Pegados a las ballenas!!!
Lobos en la Península
Controlando que todo esté bien
Tremendo atardecer!!!

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